El peligro de los
Gremlins
En
la ciudad de Los Ángeles, California, vivía Mario, un hombre adulto,
inteligente y amistoso en compañía de su amada y única hija: Lara.
Se
aproximaba Noche buena y Mario estaba preocupado, pues no encontraba un regalo apropiado
para Lara, ya que ella era un niña caprichosa y no sabía lo que le gustaba.
Una
tarde, de regreso a casa, luego de un largo día de trabajo, Mario encontró
una pequeña y extraña criatura aterrorizada sobre un banco. Entonces, Mario lo
observó y se dijo a sí mismo: “Este sí sería un regalo original para Lara,
seguro estará encantada con él”. Sin
pensarlo dos veces, lo agarró y se lo llevó a su hija como regalo de Navidad.
Una
vez en su casa, la llamó a Lara (que estaba haciendo su tarea) y le entregó el
presente. En un primer momento, Lara lo miró con miedo, pero luego se animó y
lo tomó entre sus manos con mucha delicadeza. Lara le agradeció a su padre y se
llevó al Gremlin a su habitación.
Ellos
con mucha felicidad jugaron, saltaron y se divirtieron como nunca, pero una
noche Lara se llevó un vaso de agua a su mesita de luz y se acostó a dormir. A la madrugada el Gremlin derramó el vaso sobre él haciéndolo agresivo y peligroso.
El
padre escuchó gritos desde la habitación de su hija, corrió directo a la pieza
y vió a Lara muerta, tirada en el piso. Destrozado de dolor y con culpa, ya que temía que el Gremlin hubiera sido sido
el causante de semejante desgracia, tomó su computadora e investigó todo sobre
los Gremlins. Es así que descubrió que los Gremlins eran criaturas hermosas e
inofensivas, excepto cuando se mojaban, momento en que se vuelven sumamente
agresivos y locos, y la única solución para acabar con ellos es quemándolos.
Mario
le propinó un golpe de furia al Gremlin, lo desmaya e inmediatamente prendió el
horno y lo quemó.
Mejor, Luciano!
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